miércoles, 12 de noviembre de 2008

CAPITULO 1.1



Parte 1
UNA PSICOLOGÍA DE LOS ACTOS PSÍQUICOS

Como acto psíquico o acto anímico refiere a cualquier producto del aparato psíquico. Puede referirse a un pensamiento, un recuerdo o huella mnémica, un conflicto, etc. que, de acuerdo con lo anterior, pueden tener dos estados: pertenecer a la consciencia o no pertenecer a lo que llamamos consciencia, es decir, ser inconscientes. Incluso podríamos sub-dividir estos últimos en dos tipos diferentes: aquellos que nunca podrán alcanzar el estatus de consciencia, llamado inconsciente no-reprimido, y aquellos que habiendo sido conscientes alguna vez, han perdido este estado por acción de la represión.
  • El psicoanálisis nos ha enseñado que la esencia del proceso de la represión no consiste en cancelar, en aniquilar una representación representante de la pulsión, sino en impedirle que devenga consciente. Decimos entonces que se encuentra en el estado de lo «inconsciente», y podemos ofrecer buenas pruebas de que aun así es capaz de exteriorizar efectos, incluidos los que finalmente alcanzan la conciencia. Todo lo reprimido tiene que permanecer inconsciente, pero queremos dejar sentado desde el comienzo que lo reprimido no recubre todo lo inconsciente. Lo inconsciente abarca el radio más vasto; lo reprimido es una parte de lo inconsciente. ¿De qué modo podemos llegar a conocer lo inconsciente? Desde luego, lo conocemos sólo como consciente, después que ha experimentado una trasposición o traducción a lo consciente. El trabajo psicoanalítico nos brinda todos los días la experiencia de que esa traducción es posible. Para ello se requiere que el analizado venza ciertas resistencias, las mismas que en su momento convirtieron a eso en reprimido por rechazo de lo consciente. (Freud op.cit. 1915c)

Para los no familiarizados vale aclarar que por pulsión Freud quería abarcar todas aquellas demandas que el cuerpo físico (soma) plantea a la mente (psiquis): sensaciones, alegrías, temores, dolor, angustia, frío, calor, hambre, placer, etc. Estas demandas no pueden ser entendidas o sentidas por nuestro aparato mental si previamente no son identificadas como algo. Ese algo que sirve para ser entendidas es lo que Freud llama un representante (simbólico) de la pulsión: cuando la demanda corporal entra en el aparato mental del ser humano sólo lo puede hacer a través del propio lenguaje de éste que son sus representaciones simbólicas, de las cuales las más elaboradas y las que usamos normalmente son las representaciones-palabra, es decir, los conceptos del lenguaje.
Ahora veamos el siguiente texto:
  • Dentro de una exposición positiva enunciamos ahora, como resultado del psicoanálisis: un acto psíquico en general atraviesa por dos fases de estado, entre las cuales opera como selector una suerte de examen (censura). En la primera fase él es inconsciente y pertenece al sistema Icc; sí a raíz del examen es rechazado por la censura, se le deniega el paso a la segunda fase; entonces se llama «reprimido» y tiene que permanecer inconsciente. Pero si sale airoso de este examen entra en la segunda fase y pasa a pertenecer al segundo sistema, que llamaremos el sistema Cc. (Freud op.cit. 1915c)

Resumiendo lo enunciado hasta este momento:
  • Los actos psíquicos pueden existir en dos tipos de estados: inconscientes (Icc) ó conscientes (Cc). En algunos momentos van a ser tratado como pertenecientes a dos Sistemas diferentes (Icc y Cc) en vez de dos estados. Por el momento nos tomaremos la licencia de asumir que se trata de lo mismo.
  • Todo acto psíquico tiene un estado inicial que es el estado Inconsciente (Icc).
  • Todo acto psíquico sufre una evaluación antes de poder cambiar de estado. Esta evaluación por parte del aparato psíquico humano se llama censura o represión. De esta manera un acto psíquico inicialmente inconsciente puede pasar a ser consciente y otro, ya consciente, podría ser devuelto al estado de inconsciencia.
  • Lo que hemos llamado acto psíquico está vinculado también al concepto de pulsión. Cualquiera sea el caso, todos, para ser entendidos por la mente, tienen asignado un representante mental o representante simbólico, que luego de aprendido el lenguaje no es otra cosa que la representación palabra o concepto.

Junto con Freud podemos preguntarnos: «¿existen también mociones pulsionales, sentimientos, sensaciones inconscientes?» Es usual escuchar expresiones como sensaciones de odio, amor o temores inconscientes. Entonces, ¿es correcto pensar que esto incluye a las mociones pulsionales?
  • Una pulsión nunca puede pasar a ser objeto de la consciencia; sólo puede serlo la representación que es su representante. Ahora bien, tampoco en el interior de lo inconsciente puede estar representada si no es por la representación. Si la pulsión no se adhiriera a una representación ni saliera a la luz como un estado afectivo, nada podríamos saber de ella. (Freud op.cit. 1915c)

Pero existe un elemento adicional: las pulsiones y sus representantes tienen una carga cuantitativa ligada a su representación (tanto en el sistema Icc como en el Cc) que una vez convertida en consciente se concibe como una carga afectiva o monto de afecto.

  • El uso de las expresiones «afecto inconsciente» y «sentimiento inconsciente» remite en general a los destinos del factor cuantitativo de la moción pulsional, que son consecuencia de la represión (…) Toda la diferencia estriba en que las representaciones son investiduras -en el fondo, de huellas mnémicas-, mientras que los afectos y sentimientos corresponden a procesos de descarga cuyas exteriorizaciones últimas se perciben como sensaciones.(Freud op.cit. 1915c)

Entonces, hemos añadido un punto más a nuestro resumen:

  • Todo acto psíquico o huella mnémica o recuerdo, no sólo contiene una representación simbólica sino que también trae consigo una carga afectiva heredada de la intensidad de la moción pulsional. Esta carga (o factor cuantitativo) al hacerse consciente se vive como una sensación afectiva asociada también a la representación.

Por facilidad, de ahora en adelante usaremos el término genérico de «huella mnémica» para referir tanto a un acto psíquico como a una huella mnémica. Ésta tendría dos características: una representación simbólica (o representante simbólico) y un monto afectivo. Matemáticamente la mejor manera de expresar algo que es una unidad pero que tiene características diferenciadas es el vector. En este caso podemos usar una representación vectorial de dos componentes (también conocido como par ordenado): v = (a,b), donde podemos convenir que el valor "a" representa al monto afectivo (y por lo tanto representarla por un valor numérico) y que "b" indica la representación simbólica elegida (que no es algo numérico sino más bien de tipo conceptual).

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